Imagina la autoestima como el típico vaso de agua, situado en cada uno de nosotros. Hay momentos en los que el vaso está lleno, sentimos nuestras necesidades, valores y emociones, y su contenido es como el combustible que nos permite vivir la vida con plenitud. En otros momentos, el vaso está vacío, nos cuesta relacionarnos y nos sentimos sin energía.
Las personas con baja autoestima no valoran lo que son y, por eso, sus vasos están vacíos. El malestar puede hacer que quieran llenar ese vacío con cosas externas, como la comida. Comemos compulsivamente porque estamos hambrientos de autoadaptación. Aborrecemos la comida porque no podemos digerir las partes conflictivas de nosotros mismos.
Pregúntate en que medida (del 0 al 10) te valoras y disfrutas de la vida. Cuando puedas relacionar tus conductas de comer mal con un vacío interno, podrás empezar a trabajar para recuperarte. Todo lo que mejore tu autoestima te ayudará a comer mejor y todo lo que hagas para comer mejor te ayudará con tu autoestima. Se trata de estar atentos para encontrar formas de tratarnos con más respeto y amor, evitando las situaciones que nos degradan y nos dañan.
¿Quieres mejorar tu autoestima?
En primer lugar debes conocerte a ti mismo. Para ello debes analizar cuáles son tus cualidades positivas y negativas. ¡Fuera los pensamientos negativos! Tú mismo puedes ser tu peor enemigo al exigirte en exceso. Puedes caer en la trampa de la autocrítica excesiva en los momentos en los que no has conseguido algo que te has propuesto. Una manera de ir cambiando estos pensamientos para que no sean tan dañinos es ir apuntándolos y modificarlos por otros más positivos. De esta manera, irás automatizando poco a poco este cambio hasta que seas capaz de hacerlo automáticamente.